miércoles, 6 de diciembre de 2017

10. MISA PRO LAICIS


MISA POR LOS LAICOS


I. Misterio

Continuando con los formularios agrupados en torno a las diversas necesidades en la Iglesia, trataremos hoy acerca de los laicos y su papel en el apostolado de la Iglesia. Con el nombre de laicos se designan todos los fieles cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia, que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde (cf. LG 31).

El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. A ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor (cf. LG 31).

El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia. Todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo. También, los laicos pueden ser llamados de diversos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía (cf. LG 33).

La Iglesia ha nacido para la propagación del Reino de Cristo en la tierra. Toda la misión de la misma, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras. En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. Los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo.

En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento (cf. Apostolicam Actuositatem 2).


Como miembros del Pueblo de Dios, los fieles laicos tienen los siguientes derechos y obligaciones que se recogen en el actual Código de Derecho Canónico. Transcribimos a continuación los cánones concretos que los abordan:

225 § 1. Puesto que, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos, como todos los demás fieles, están destinados por Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan del derecho tanto personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo; obligación que les apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo. § 2. Tienen también el deber peculiar, cada uno según su propia condición, de impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares.

226 § 1.Quienes, según su propia vocación, viven en el estado matrimonial, tienen el peculiar deber de trabajar en la edificación del pueblo de Dios a través del matrimonio y de la familia. § 2. Por haber transmitido la vida a sus hijos, los padres tienen el gravísimo deber y el derecho de educarlos; por tanto, corresponde a los padres cristianos en primer lugar procurar la educación cristiana de sus hijos según la doctrina enseñada por la Iglesia.

227 Los fieles laicos tienen derecho a que se les reconozca en los asuntos terrenos aquella libertad que compete a todos los ciudadanos; sin embargo, al usar de esa libertad, han de cuidar de que sus acciones estén inspiradas por el espíritu evangélico, y han de prestar atención a la doctrina propuesta por el magisterio de la Iglesia, evitando a la vez presentar como doctrina de la Iglesia su propio criterio, en materias opinables.

228 § 1. Los laicos que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser llamados por los sagrados Pastores para aquellos oficios eclesiásticos y encargos que pueden cumplir según las prescripciones del derecho. § 2. Los laicos que se distinguen por su ciencia, prudencia e integridad tienen capacidad para ayudar como peritos y consejeros a los Pastores de la Iglesia, también formando parte de consejos, conforme a la norma del derecho.

229 § 1. Para que puedan vivir según la doctrina cristiana, proclamarla, defenderla cuando sea necesario y ejercer la parte que les corresponde en el apostolado, los laicos tienen el deber y el derecho de adquirir conocimiento de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y condición de cada uno. § 2. Tienen también el derecho a adquirir el conocimiento más profundo de las ciencias sagradas que se imparte en las universidades o facultades eclesiásticas o en los institutos de ciencias religiosas, asistiendo a sus clases y obteniendo grados académicos. § 3. Ateniéndose a las prescripciones establecidas sobre la idoneidad necesaria, también tienen capacidad de recibir de la legítima autoridad eclesiástica mandato de enseñar ciencias sagradas.

230 § 1. Los varones laicos que tengan la edad y condiciones determinadas por decreto de la Conferencia Episcopal, pueden ser llamados para el ministerio estable de lector y acólito, mediante el rito litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de esos ministerios no les da derecho a ser sustentados o remunerados por la Iglesia. § 2. Por encargo temporal, los laicos pueden desempeñar la función de lector en las ceremonias litúrgicas; así mismo, todos los laicos pueden desempeñar las funciones de comentador, cantor y otras, a tenor de la norma del derecho. § 3. Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho.

231 § 1. Los laicos que de modo permanente o temporal se dedican a un servicio especial de la Iglesia tienen el deber de adquirir la formación conveniente que se requiere para desempeñar bien su función, y para ejercerla con conciencia, generosidad y diligencia. § 2. Manteniéndose lo que prescribe el c. 230 § 1, tienen derecho a una conveniente retribución que responda a su condición, y con la cual puedan proveer decentemente a sus propias necesidades y a las de su familia, de acuerdo también con las prescripciones del derecho civil; y tienen también derecho a que se provea debidamente a su previsión y seguridad social y a la llamada asistencia sanitaria.


II. Celebración

Estamos ante un formulario de nueva creación que rezuma de ideas consignadas por el Concilio Vaticano II, concretamente en su Constitución dogmática Lumen Gentium, vista anteriormente. Para la celebración de esta misa, junto a este formulario simple puede usarse la plegaria II por diversas necesidades. Esta misa se dirá con el color del tiempo en que se celebra teniendo en cuenta las normas generales para el empleo de las misas por diversas necesidades.

La oración colecta está centrado en la idea de que los cristianos hemos de ser “fermento” en medio del mundo y los asuntos temporales de cada uno. La oración sobre las ofrendas aborda el sacrificio redentor de Cristo en favor del mundo y cómo el efecto de éste debe impregnar al mismo por medio de los cristianos. La oración de post-comunión pone la plenitud de la gracia recibida en el banquete eucarístico como fuentes y aval para que los laicos sean en medio del mundo testigos valientes y presencia viva de la Iglesia.

Los textos bíblicos asignados a este formulario son Mt 13,33, para la antífona de entrada, donde se nos recuerda que los cristianos somos como la levadura en medio de la masa de este mundo; y el Sal 99, 1-2 y Jn 15,8 para la antífona de comunión. La del salmo 99 concentra la alegría de la tierra y del mundo entero porque le ha sido anunciado y alcanzado el Evangelio, mientras que la del evangelio de Juan es una exhortación a todos los cristianos a dar fruto abundante de vida cristiana, en medio del mundo.

III. Vida

Una vez analizado el formulario que se propone para orar por los fieles laicos podemos redactar una definición de “laico” extrayendo las ideas fundamentales de los textos: “laicos son los fieles llamados a vivir en medio del mundo y de los afanes terrenos, impregnando al mismo del espíritu de Cristo, para instaurar el reino de Dios mediante la gestión de los asuntos temporales como fermento de santificación en medio del mundo. Esta misión de los fieles encuentra su fuerza y vigor en el banquete de la Eucaristía de donde brota su impronta del ser testigos del evangelio en el mundo y ser presencia activa y viva de la Iglesia entre las realidades terrenas”.

Esta definición extraída de los textos del formulario pone de manifiesto las carencias del mismo pues no se habla, en ningún momento, de la consagración bautismal ni de la participación en el triple oficio de Cristo como sacerdote, profeta y rey. Aun así, este formulario nos puede ofrecer unos puntos para una mejor vivencia del ser laical:

·         Ser levadura en medio del mundo: en un escrito del s. II, conocido como la Carta a Diogneto dice: “los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo”. Así, los cristianos laicos tienen una misión concreta y especifica dentro de la Iglesia: ser fermento en medio de la masa del mundo, amándolo apasionadamente y transformándolo desde dentro. A los cristianos nos tocara sufrir persecuciones e incomprensiones pero esto se tornará redentor y contagioso en cuanto que en el futuro germinará la semilla del bien que ya hallan sembrado con su vida y testimonio.

·         Concepción del mundo y los asuntos terrenos: el formulario nos ofrece la imagen de un mundo necesitado de los cristianos y del cristianismo. El mundo hay que valorarlo con todo lo bueno que tiene. Es creación de Dios y lleva la impronta de su ser. Pero el pecado original ha difuminado esta bondad original encerrando al mundo bajo la esclavitud del demonio. Por ello, los cristianos tienen una importante labor respecto de él como colaboradores en la obra redentora de Cristo. Así pues, la consagración bautismal que nos configura con Cristo sacerdote, profeta y rey, es el arma esencial que tienen los lacos para desarrollar esta sagrada misión. Son iluminadoras estas palabras del Concilio: “Por lo cual los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, son admirablemente llamados y dotados, para que en ellos se produzcan siempre los más ubérrimos frutos del Espíritu. Pues todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 P 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a Dios” (LG 34).

Así pues, queridos laicos, seglares, cristianos de a pie que vivís vuestra fe en medio del mundo, permitidme que desde esta página y con estas letras antes expuestas, os anime a seguir perseverando en la tradición católica que habéis recibido de vuestros mayores. Clero y laicos no son enemigos ni miembros antagónicos de la Iglesia sino hermanos en una misma fe y seguidores de un único y mismo Dios. Ambos debemos trabajar unidos por la extensión del Reino de Cristo en la tierra sabiendo que para todos la paga será la misma: nuestros nombres inscritos en el cielo.

Dios te bendiga

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