viernes, 1 de diciembre de 2017

DOMINGO I DE ADVIENTO





Antífona de entrada

«A ti levanto mi alma, Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados». Tomada del salmo 24, versículos del 1 al 3. Al inicio del año litúrgico los cristianos levantamos nuestra alma a Dios para que Él la tome y la cuide a lo largo del mismo. Dios es la única esperanza de la humanidad. Fuera de Él hay decepciones, frustraciones o esperanzas a corto plazo. Solo Dios es el seguro que no defrauda y en el que podemos caminar en una vida en paz y animosa.

Al inicio de la celebración de la Eucaristía queremos volver a levantar nuestra alma al Dios poderoso y providente para que nos prepare en este tiempo de Adviento, que hoy inauguramos, para llegar bien dispuestos al día en que recibamos la llegada de su Hijo, Jesucristo.

Oración colecta

«Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo». Esta oración esta ha sido tomada del sacramentario gelasiano antiguo (s. VIII) pero con importantes modificaciones semánticas y gramaticales. Esta oración parece ser un eco del evangelio del domingo pasado (Cristo Rey, ciclo A). Es una oración cuyo sustrato bíblico podemos situarlo en el capítulo 25 del evangelio de Mateo: “el deseo de salir acompañados de buenas obras” haría referencia a la parábola de las diez vírgenes; “colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos” parábola del juicio final.

Oración sobre las ofrendas

«Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor». Tomada de la compilación veronense (s. V). Esta oración es claramente antimaniquea, herejía a la que se combatió en el s. V. Ellos negaban que en la liturgia pudiera usarse cualquier elemento natural ya que como materia física de este mundo estaba contaminada de mal y el pecado. En esta oración, nosotros sabemos que podemos usar elementos naturales para ofrecer a Dios porque son bienes que hemos recibido de Dios, y por tanto, buenos. Y, además, si lo que en el Adviento celebramos es la venida del Señor, al final de la vida esto que deseamos se hará realidad.

                     ES MUY RECOMENDABLE USAR HOY EL PREFACIO III DE ADVIENTO

Antífona de comunión

«El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto». Tomada del salmo 84, versículo 13. Es una imagen muy recurrente en este tiempo de Adviento. Los Santos Padres vieron en este verso una prefiguración de la Virgen María. La tierra es María, que es fecundada por el rocío del Espíritu Santo para darnos el fruto de su vientre, Jesús. Ese mismo fruto nacido de sus entrañas purísimas es el que, en este momento de la Eucaristía, se nos da en alimento. Hoy comemos el mismo cuerpo nacido de María.

Oración de postcomunión

«Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor». La primera oración aparece en la veronense (s. V) el resto de la oración es de nueva creación. Frente a la fugacidad del mundo y sus pompas, la oración opone los bienes del cielo, que son eternos. Y debe ser en estos, y no en los primeros, sobre quienes pongamos el corazón. Todo lo material tiene valor relativo en cuanto pueden ayudarnos a proyectarnos hacia la perennidad de la gloria.


Visión de conjunto

Estimados lectores, este domingo entramos ya en el tiempo de Adviento y a tenor del formulario de la misa de hoy, podemos decir que estamos en tiempo de salir, tiempo de levantar el ánimo.

Adviento viene de la palabra latina “adventum” que significa “llegada” o “venida”. El adviento nació en Hispania y en Galia como preparación ascética y penitencial a la celebración de la Epifanía, día del bautismo de adultos a imitación de oriente. El concilio de Zaragoza en el 380 manda que los fieles asistan a misa del 17 de diciembre al 6 de enero. Es un tiempo de ascesis, oración y reuniones frecuentes. En el s. V se lleva esta disposición a las Galias y Perpetuo de Tours establece tres días de ayuno a la semana. Allí comenzó a designarse al adviento como la cuaresma de San Martín por que comenzaba el 11 de noviembre. En España duraba seis semanas, a partir del 17 de noviembre, san Acisclo.

La liturgia romana introdujo el adviento en el s. VI. Al principio eran seis semanas y con San Gregorio Magno se redujo a cuatro semanas, despojándose de todo signo penitencial, excepto el color morado de las ropas litúrgicas. Para la liturgia romana, en el Adviento se prepara el advenimiento del Señor según la carne. Además es tiempo de gozosa espera de su retorno glorioso al final de los tiempos. La liturgia romana, hoy, conserva las cuatro semanas y tiene dos partes:

1.      Del Domingo I de Adviento al 16 de diciembre: en que se celebra la venida del Señor al final del tiempo, cuando venga en gloria y poder a juzgar a vivos y muertos (reminiscencia del sentido hispano-mozárabe del Adviento). Se conoce como tiempo de Adviento escatológico, es decir, de los acontecimientos futuros que han de ocurrir.

2.      Del 17 de diciembre hasta la hora nona (3 de la tarde) del 24 de diciembre: se celebra su venida en carne hace 2000 años en Belén de Judá. Se conoce como Adviento natalicio, esto es, del nacimiento de Jesucristo.

Por los formularios y textos litúrgicos que en este tiempo jalonan la preparación para la fiesta de Navidad, podemos hablar de las tres venidas de Cristo:

1º.    Venida: en la humildad de la carne (Navidad).

2º.    Venida: Señor y Juez de la historia (Parusía).

3º.    Venida: sacramental o litúrgica (Eucaristía).

O dicho de otra manera “El que vino, viene y vendrá”: el que hace 2000 años vino tomando carne humana de la Virgen en el portal de Belén, viene en cada acontecimiento de nuestra vida, sobre todo en la liturgia eucarística donde se nos da con su mismo cuerpo y sangre, y vendrá al final de la historia como Rey y Señor del mundo para juzgar a los vivos y a los muertos. Por eso, debemos estar siempre preparados con nuestras lámparas encendidas para que el Señor no nos sorprenda ese día.

Porque…si hoy el Señor nos llamara a su presencia ¿Qué le llevaríamos? ¿Qué le diríamos? ¿Qué nombres habría en nuestro corazón? ¿Hemos amado? ¿A quiénes hemos amado? ¿A quiénes hemos despreciado? ¿Hemos mantenido la fe o la hemos abandonado hasta perderla? ¿Hemos sido gente con esperanza, esperanzada, optimista o todo lo contrario?

El adviento es el tiempo de la esperanza cristiana orientada a la parusía (=venida de Cristo al final de los tiempos). Los tres principales personajes que aparecerán estos días en la liturgia son: Juan Bautista, Isaías y María, que esperó con “inefable amor de Madre”. Pues ánimo y adelante; y a entrar con ánimo decidido en este tiempo de gracia que es el Adviento para que cuando Cristo llegue nos encuentre en vigilante espera acompañados con las buenas obras.

Dios te bendiga

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