miércoles, 28 de febrero de 2018

19. MISSA PRO CHRISTIANIS PERSECUTIONE VEXATIS


MISA POR LOS CRISTIANOS PERSEGUIDOS


I. Misterio

Creo que no puede haber un tema más actual y acuciante en la Iglesia que el de la Iglesia perseguida. Estos cristianos de gran parte del orbe son el fruto más granado del anuncio cristiano y del evangelio vivido hasta las últimas consecuencias.

No son pocas las veces que en el Evangelio Jesucristo nos anuncia la convivencia del cristianismo con la realidad de la persecución: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí” (Mt 5, 11-12); Si el mundo os aborrece, sabed que antes que a vosotros, me aborreció a mí” (Jn 15,18); Os aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierra recibirá cien veces más ahora en este tiempo casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierra, aunque con persecuciones; y en la edad venidera, la vida eterna” (Mc 10, 29-30). Estas y otras expresiones no han dejado de hacerse realidad a lo largo de dos mil años de historia eclesiástica.


La primera persecución desatada contra la Iglesia fue la de Herodes en Jerusalén donde se llevó a cabo la muerte de Santiago y la dispersión de la Iglesia incipiente. Tras ella, sobrevinieron cuatrocientos años de persecución por parte del imperio romano. Desde el año 68 al 300 se sucedieron interrumpidamente diez persecuciones. Restablecida la paz con Constantino no tardaron en surgir las persecuciones de los bárbaros hasta la caída del imperio romano en el 410 con Alarico y la conquista de la diócesis hispánica por parte de los godos, que eran arrianos ya que habían sido evangelizados por el obispo arriano Ulfilas. En la Hispania goda la persecución se desató contra los hispano-romanos, que eran católicos bajo el reinado de Leovigildo haciendo la guerra contra su hijo Hermenegildo. Tras la conversión de la monarquía goda al catolicismo, no se hizo esperar otra persecución, esta vez por parte de la nueva religión creada por el caravanero Mahoma, el Islam, que entrando en la península Ibérica en el 711 permaneció en la misma hasta el año 1492 en que se completó la reconquista de España, iniciada por don Pelayo en Asturias en el 718, expulsando al último rey nazarí de la ciudad de Granada por parte de los Reyes Católicos.

El imperio musulmán no dejó, por otra parte, de atacar al Occidente cristiano estableciendo su capital en Constantinopla, después Bizancio, en 1453 cambiando su nombre por Turquía. A parte de las guerras contra el imperio turco, la persecución contra la Iglesia no se desatará, de nuevo con violencia, hasta el cisma de Occidente en que los nuevos nobles luteranos y la monarquía anglicana desaten su furia contra la población que se mantenía católica en sus territorios. El s. XVIII europeo se teñirá del rojo de la sangre de miles y miles de mártires de la Revolución Francesa; la kulturkämpf de Otto von Bismark en el s. XIX no dará tregua a la Iglesia católica. Aun así, el s. XX no será menor en persecuciones a la Iglesia de Dios comenzando por la sangrienta y terrible persecución por parte del comunismo (en todos los países donde se asentó o, al menos, tuvo célula), la masonería mexicana entre 1926-29, del fascismo italiano, del nazismo alemán, en España durante la década de los 30. Y en nuestros días la persecución se ha vuelto a desatar en contra la Iglesia de dos maneras: en Oriente de forma sangrienta y crudelísima por parte del Estado Islámico (ISIS, DAESH) y en Occidente por parte del laicismo radical y la Ideología de Género. A nosotros solo nos toca perseverar.


Por último, leamos esta homilía de Mons. Jenky, obispo de Peoria, pronunciada el 14 de abril de 2012, titulada “La Iglesia sobrevivirá”:

Por 2.000 años, los enemigos de Cristo han hecho realmente su mejor esfuerzo. Pero piensen sobre esto: la Iglesia sobrevivió e incluso floreció, durante cientos de años de terrible persecución, en los días del Imperio Romano. La Iglesia sobrevivió a las invasiones bárbaras; la Iglesia sobrevivió ola tras ola de jihads; la Iglesia sobrevivió la era de la revolución; la Iglesia sobrevivió al nazismo y al comunismo. Y por el poder de la Resurrección, la Iglesia sobrevivirá al odio de Hollywood; a la malicia de los medios; a la maldad embustera de la industria del aborto; la Iglesia sobrevivirá a la corrupción reinante y absoluta incompetencia de nuestro gobierno del estado de Illinois e incluso al desprecio calculado del presidente de los Estados Unidos, sus burócratas en el departamento de Salud y Servicios Humanos y de la actual mayoría del Senado federal. Que Dios tenga misericordia, que Dios tenga misericordia especialmente de las almas de aquellos políticos que fingen ser católicos en la iglesia, pero en la vida pública, como Judas Iscariote, traicionan a Jesucristo por cómo votan, por cómo voluntariamente cooperan con lo intrínsecamente malo.

Como cristianos debemos amar a nuestros enemigos, y rezar por aquéllos que nos persiguen, pero como cristianos nosotros debemos también defender lo que creemos y estar listos para luchar en defensa de nuestra fe. Los días en que vivimos requieren un catolicismo heroico, no un catolicismo ocasional. No podemos ser por más tiempo católicos por accidente sino, en su lugar, debemos ser católicos por convicción. En nuestras propias familias, en nuestras parroquias, donde vivimos, donde trabajamos. Como aquélla primera generación apostólica, debemos ser testigos valientes del Señorío de Jesucristo. Tenemos que ser un ejército valiente de hombres católicos dispuestos a dar todo lo que tenemos por el Señor, que dio todo por nuestra salvación.

Recuerden que en la historia, otros gobiernos han tratado de forzar a los cristianos a amontonarse y esconderse en el ámbito de sus templos, como los primeros discípulos, antes de la Resurrección, encerrados en el Cenáculo. A finales del siglo XIX, Bismarck emprendió su "Kulturkampf", una guerra cultural contra la Iglesia Católica, cerrando todas las escuelas y hospitales católicos, conventos y monasterios en la Alemania imperial. Clemenceau, apodado "el devorador de sacerdotes", intentó hacer lo mismo en Francia, en las primeras décadas del siglo XX. Hitler y Stalin, en sus mejores momentos, apenas toleraron que algunas iglesias permanecieran abiertas, pero no toleraron la acción de la Iglesia en educación, servicios sociales y cuidado de la salud. En clara violación de nuestros derechos de la Primera Enmienda, el presidente Obama, con su agenda radical pro-abortista y extremadamente secularista, ahora parece intentar seguir un camino similar. Las cosas han llegado a tal extremo en nuestro amado país, que esta es una batalla que podríamos perder. Pero ante el tribunal estremecedor de Dios Todopoderoso, esta no es una batalla en la que un católico creyente pueda permanecer neutral”.

II. Celebración


Para esta intención se ha configurado un formulario eucológico simple, de nueva creación: una oración colecta, una oración sobre las ofrendas y una oración de pos-comunión. Antes de entrar en el formulario debemos señalar que es una misa que puede ser completada con la tercera plegaria por diversas necesidades y que se rige por las normas generales dadas para este tipo de misas, usando los colores del tiempo o de blanco.

La oración colecta de la misa sitúa la persecución como consecuencia de la providencia divina que quiere asociar al conjunto de la Iglesia a la pasión de Cristo. En esta oración de concitan dos textos bíblicos: Mt 10, 22, puesto que la Iglesia padece persecución por causa del nombre de Cristo. Esta persecución nos hace ser testigos fieles y veraces, como apunta Ap 1,5.3,4. La oración sobre las ofrendas destaca tres ideas sobre la persecución: 1. Se padece por fidelidad a Cristo; 2. Es un modo de asociación a la Pasión de Cristo y 3. Su gran consecuencia es que el nombre de los cristiano está inscrito en el cielo (cf. Lc 10,20). La oración de pos-comunión  pide como gracia especial que el Señor confirme en la Verdad de la fe a aquellos que están muriendo por esa misma fe, que es, precisamente, la cruz que deben vivir para gloriarse del nombre de cristianos.

Los textos bíblicos seleccionados para este formulario son: para la antífona de entrada, el salmo 73, 20.21.22.23 donde se apela a la piedad divina implorando que tenga misericordia de los que sufren por causa de Él. Y también Hechos 12,5 donde se expone que la Iglesia debe orar por los encarcelados como hizo con san Pedro. Para la antífona de comunión Mt 5, 11-12 que no es otra que la gran bienaventuranzas para los perseguidos por Cristo y su recompensa en los cielos; y Mt 10,32 donde se nos recuerda la importancia de estar siempre del lado de Jesucristo.

III. Vida


            Tras analizar el formulario litúrgico de la misa veamos que ideas se desprenden del mismo para una vivencia mejor de esta realidad de la Iglesia que se vive en no pocos lugares del mundo, donde el Cuerpo místico de Cristo está presente:

1. Asociarse a la Pasión de Cristo: es una idea que se repite por dos veces en el formulario. La persecución a la Iglesia es un ataque directo a Cristo en cuanto a que el conjunto de la comunión de los fieles es el Cuerpo místico de Cristo, prolongación histórica del Resucitado en el mundo. Sabemos por el Concilio Vaticano que la liturgia es la obra de Cristo, la eterna intercesión del Señor, que asocia a ésta a su Iglesia. En el mismo sentido, Cristo une a la Iglesia a su agonía y muerte en la Pasión por medio de la persecución. Pero si tenemos en cuenta que el Misterio Pascual de Jesucristo es su obra redentora, muerte y resurrección, la persecución a la Iglesia se vuelve misterio pascual, también, para ella. En la persecución la Iglesia vive su Pascua con tal intensidad y con tan craso realismo que se hace imposible no sentirse unido a la obra redentora de Jesucristo, su Señor y fundador.

2. Espíritu de paciencia, caridad, amor y perdón a los enemigos: es la excelencia del cristianismo, la guinda del pastel del cuerpo doctrinal moral del cristiano. Ante la tensión e incertidumbre que puede generar una situación de este calibre, los dones que el Espíritu Santo concede a los cristianos son, precisamente, aquellos que el Evangelio reclama para ellos: amor a los enemigos, perdonar a los que nos zahieren, devolver bien por mal, responder con una bendición. Solo desde el bien y la bondad podemos vencer a los enemigos que matan el cuerpo y pretenden matar el alma. El cuerpo y lo material pueden matarlo o arrebatarlo, pero el alma no, porque es de Dios. Permítanme aquí traer a colación aquellos memorables versos de nuestro Calderón de la Barca: «al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios» (El alcalde de Zalamea, Jornada I, escena XVIII, vv. 869-876).


3. La persecución como prueba de credibilidad: en estos periodos duros y trágicos no solo mueren cristianos, sino testigos fieles y veraces de la fe cristiana. Desde el alba del cristianismo, con los primeros conatos de persecución, es unánime el testimonio de los paganos que se admiran de la capacidad de aguante de los seguidores de Cristo y su forma de afrontar el funesto destino que los deparaba. Así, morir convencidos de la verdadera fe que profesan, se convierte en un testimonio convincente capaz de interpelara  los verdugos e introducirles en una dinámica de conversión.

4. Confirmarse en la Verdad y los nombres en el cielo: esta es la gran recompensa para los cristianos de todos los tiempos. Sentir la presencia del Resucitado, verdadera causa de la persecución, que alienta el testimonio cristiano e inspira en ellos la valentía necesaria para perseverar en la tribulación y mantener la entereza es la mayor confirmación que el Espíritu Santo puede ejercer en los seguidores de Jesús. Por otra parte, saber que el cielo es el hogar que nos espera porque ya están nuestros nombres grabados allí da un aliento nuevo para sufrir con paciencia (gr. hypomoné) los sufrimientos que, lejos de acongojar el corazón de los cristianos, los llena de alegría (gr. agallíasis) para un testimonio valiente (gr. parresía) del nombre de Jesucristo, nuestro Salvador, único Señor (gr. Kyrios).

Así pues, queridos lectores, ciertamente la persecución no es plato de buen gusto para nadie. No es una situación idílica ni querida ni pretendida, pero sí que es verdad que es la única garantizada por el Señor en el Evangelio. Ojalá que Dios nos de la fuerza y la valentía para mantener la confesión de la fe en esta situación.

Dios te bendiga

sábado, 24 de febrero de 2018

POR LA OBEDIENCIA A LA GLORIA


HOMILIA DEL II DOMINGO DE CUARESMA



Queridos hermanos en el Señor:

            Si el domingo pasado éramos llevados por el Espíritu al desierto, lugar inhóspito y alejado de Dios para enfrentarnos a las fuerzas del mal; en este segundo domingo de Cuaresma es Jesús quien nos toma de la mano y nos lleva a lo alto de una montaña, lugar del encuentro con Dios y espacio donde se producen las grandes teofanías.

            Abrahán sube a la montaña a sacrificar a su hijo Isaac, por mandato divino; y será allí, en lo alto del monte donde Dios le sale al paso impidiéndole dar muerte a su hijo y estableciendo una alianza con él: la descendencia numerosa que se prolongará por todas las edades. La obediencia de Abrahán era el verdadero sacrificio y no tanto el de Isaac que fue indultado. Del mismo modo, para nosotros la obediencia a las disposiciones divinas, a los mandatos divinos supone un verdadero sacrificio agradable a Dios. Esta es la cuestión: obedecer siempre cuesta, sobre todo, cuando supone afrontar circunstancias difíciles y desagradables en la vida: una muerte, una enfermedad, una situación precaria, etc. y aquí se pone en juego toda la dinámica espiritual, la fe se pone en jaque y solo una especial intervención divina puede darnos alivio y consuelo, así como impedir errar el camino.

            Sin embargo, como hemos recordado otras veces, nada hay en nuestra vida que le sea ajeno al corazón de Dios. Si el monte de Abrahán suponía obediencia y sacrificio, el monte donde Jesús nos lleva es lugar de gloria y revelación. La Transfiguración es cambio de forma, es transformación a un estado superior. Jesús, asumiendo lo humano en su encarnación y el polvo del camino en su vida pública, sube a la montaña alta y allí se transfigura delante de los tres discípulos más íntimos. Jesús en su transfiguración da una nueva iluminación, un nuevo sentido a todas las realidades humanas, los mismos vestidos que habían logrado la curación de enfermos con solo tocarlos, ahora se vuelven de un blanco deslumbrante. La Transfiguración, pues, en último término, es anticipo del estado  de exaltado y glorificado de Cristo tras su muerte en Cruz.


            Tras el sufrimiento de la obediencia viene la paz de la gloria, expresada por la intervención incauta de Pedro “¡qué bien se está aquí!”. Ciertamente, solo cuando nos abandonamos en Dios podemos encontrar y gozar de la verdadera paz y bienestar. Solo quien se deja envolver por la nube del Espíritu Santo y guiar por la voz del Padre que nos invita a reconocer a Jesús como el Unigénito Hijo de Dios y Dios verdadero, puede caminar por el país de la vida sin temor a verse separado del amor de Dios. Es importante dejar que Jesús tome nuestra vida y la transfigure, la cambie de forma haciéndola más santa y religiosa, preocupada por agradar a Dios mediante la vivencia activa de la caridad con los más pobres y enfermos.

            Así pues, queridos hermanos, subamos con ánimo al monte de la Salvación y dejémonos iluminar interiormente por la luz transfigurante del Señor a quien, resucitado de entre los muertos, podremos contemplar tal cual es, glorificado y exaltado a la diestra del Padre. En definitiva obediencia y gloria son las dos caras de una misma moneda, tanto en la vida de Cristo como en la de cada cristiano particular. Queda, tan solo, vivirlo en medio de dificultades, pero poniendo nuestro pensamiento y corazón en quien sabemos que no se ahorró nada para darnos la verdadera vida, la vida eterna.

Dios te bendiga

viernes, 23 de febrero de 2018

SUBSIDIO LITÚRGICO


II DOMINGO DE CUARESMA


MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos hermanos:

Hoy toda la liturgia está centrada en el rostro resplandeciente de Cristo, contemplado así en la Transfiguración. En la Sagrada Escritura hay una insistencia en que busquemos a Dios, con valentía y ánimo. El itinerario cuaresmal persigue este fin: ver el rostro glorificado de Jesucristo en la mañana de la Resurrección. Pero mientras llega ese día, Jesús nos lleva hoy al Tabor para anticipar su gloria. La misa que celebramos es actualización, también, de ese misterio. Hoy nuestro Tabor no es otro que el altar, donde Cristo, bajo los velos del pan y del vino, vuelve a mostrar su gloria ante nuestros ojos. Contemplémosle desde la fe. [Al comenzar la celebración pongámonos en pie y unidos al canto recibamos al sacerdote y los ministros].


MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA

La primera y segunda lectura forman una unidad: el sacrificio exigido por Dios a Abrahán, que culmina con el rescate de su hijo Isaac, se ve completada por la afirmación de la Carta a los Hebreos “Dios no perdonó a su propio Hijo”. La Iglesia en el salmo canta la voluntad del hombre de querer vivir siempre en el país de la vida que nos garantiza el mismo Jesucristo, a quien hoy, como los discípulos, también nosotros vislumbramos en su gloria anticipada en la Transfiguración.


ORACIÓN DE LOS FIELES

Al subir al monte Tabor para contemplar la gloria del Hijo unigénito de Dios, hemos recibido el mandato de escucharlo. Así pues, abriendo nuestros oídos a sus Palabras le invocamos con fe:

R/ Señor, escúchanos, Señor, óyenos.

1)      Para que la gracia de Dios brille las Iglesias desunidas y las transfigure. Oremos.

2)      Para que no cesemos de alimentar nuestro espíritu con la Palabra que sale de la boca de Dios. Oremos.

3)      Para que busquemos contemplar un día la gloria del Resucitado. Oremos.

4)      Para que tendamos siempre hacia los bienes eternos. Oremos.

5)      Para que la gracia de Dios brille sobre nosotros y la Pascua nos transfigure. Oremos.

Padre de bondad, lleguen nuestras súplicas hacia ti por la eterna intercesión de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


MONICIÓN FINAL

Hermanos, hoy hemos visto, anticipadamente, la gloria de nuestro Señor a quien debemos amar y escuchar con atención. Podéis ir en paz.

miércoles, 21 de febrero de 2018

18. MISSA PRO EVANGELIZATIONE POPULORUM


MISA PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS



I. Misterio

Antes de abandonar este mundo y pasar, definitivamente, al Padre, Jesús dejó a su Iglesia el encargo de ir a todo el mundo y proclamar el Evangelio a cada criatura, hasta los confines de la tierra, bautizando y poniendo en práctica todo lo que Jesús les había enseñado. Este mandato misionero universal no fue válido, solamente, para los apóstoles y discípulos de aquel momento, sino que afecta e interpela a todos los seguidores de Cristo desde entonces hasta el día de hoy. La premura por la salvación de las almas dio origen a una importante empresa misionera que no ha cesado en 2018 años. Una empresa que abarca los viajes de san Pablo, las rutas de los doce, la evangelización de los irlandeses y germanos, las expediciones de ultramar a América, etc.

Tan importante es esta dimensión misional para la vida de la Iglesia que no son pocos los documentos pontificios que la avalan. Señalaremos los más importantes[1]:

·         Benedicto XV,  Maximum illud, 1919

·         Pío XI, Rerum Ecclesiae, 1926

·         Pío XII, Evangelii praecones, 1951

·         Pío XII, Fidei donum, 1957

·         Juan XXIII, Princeps Pastorum, 1959

·         Concilio Vaticano II, Nostra aetate, 1965

·         Concilio Vaticano II, Decreto Ad Gentes, 1965

·         Pablo VI, Graves et increscentes, 1966

·         Juan Pablo II, Slavorum apostoli, 1985

·         Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 1990


Así, «La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo» (AG 5b). Según los últimos datos de la OMP:

-          Existen 1.113 Territorios de Misión. Se extienden por África y Asia, las islas de Oceanía y América.

-          El 37% de la Iglesia Universal es Territorio de Misión. Representan 1/3 de la Iglesia católica.

-          Aproximadamente un 44% del trabajo social de la Iglesia se desarrolla en los territorios de misión.

-          El 47% de la humanidad vive en los territorios de misión.

-          Uno de cada tres bautismos en el mundo se celebra en los Territorios de Misión.

Entremos ya, pues, en el formulario de la misa para la evangelización de los pueblos y dejemos empapar de lo que la sabia pedagogía de la Iglesia ha dispuesto en estas páginas del misal.

II. Celebración


El formulario que el misal de Pablo VI, en su tercera edición, nos ofrece para orar por esta intención es doble. El primero hunde sus raíces en el misal de 1570, donde ya encontramos una missa pro Fidei propaganda, mientras que el segundo es totalmente nuevo. Con esta misa se puede emplear la tercera plegaria para diversas necesidades. Estas misas se rigen por las normas generales dadas para las misas por diversas necesidades, aunque esta misa en concreto puede usarse el domingo del Domund, que generalmente cae en Tiempo Ordinario. Analicemos estos textos a los que hemos acuñado un título.

Formulario A: el progreso de la fe en el mundo.

            Este formulario se compone de dos colectas, una oración sobre las ofrendas y una oración de pos-comunión. La primera oración colecta esta inspirada en la del misal de 1570[2] pero pronto se desmarca de ella, mientras que la segunda es de nueva creación. Ambas tienen en común de ser una pieza de arquitectura bíblica de extraordinario valor y lirismo. Por su interés la transcribimos indicando los textos bíblicos que están en el sustrato de ambas:

Colecta A:

Oh Dios,
que quieres que todos los hombres se salven
 y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4),
mira tu inmensa mies y dígnate enviarle trabajadores (Lc 10,2),
para que sea predicado el Evangelio a toda criatura (Mt 24,14),
y tu grey, congregada por la palabra de vida
y sostenida por la fuerza de los sacramentos,
camine por las sendas de la salvación y del amor.
Por nuestro Señor Jesucristo.



Está fundamentada en la voluntad salvífica universal de Dios, y para ello debe enviar, como prometió, obreros a su mies para predicar el evangelio y fundar un solo pueblo que camine por las sendas de la salvación y el amor congregado por la Palabra y sostenido por los sacramentos.

Colecta B:

Oh Dios,
que enviaste al mundo a tu Hijo (Jn 3, 16) como luz verdadera (Jn 1,9),
derrama el Espíritu prometido (Jn 14, 26)
para que siembre continuamente la semilla (Mc 4, 1-9) de la verdad
en el corazón de los hombres
y suscite en ellos la respuesta de la fe,
para que todos,
renacidos a una nueva vida (Jn 3, 3)
por medio del bautismo,
lleguen a formar parte de tu único pueblo.
Por nuestro Señor Jesucristo.



            De corte, eminentemente, joánico, es Dios quien para salvar a los hombres envía al mundo a su Hijo único y al Espíritu Santo para que la fe sea implantada en el corazón del hombre y, por medio del Bautismo, forme un solo pueblo, la Iglesia.

Oración sobre las ofrendas:

Mira, Señor, el rostro de tu Cristo,
que se entregó a la muerte para redimirnos a todos (Mc 10, 45 en interpretación de AG 3),
a fin de que, por su mediación,
sea glorificado tu nombre en las naciones (Sal 86, 9)
desde donde sale el sol hasta el ocaso (Sal 112,3),
y se ofrezca en todo el mundo un sacrificio a tu majestad (Malq 1, 11).
Por Jesucristo, nuestro Señor.



            La ofrenda de Cristo es la oblación expiatoria que se realiza en el altar por medio de los dones ofrecidos, la misma que se realiza en el mundo entero, como cumplimiento de la profecía de Malaquías.

            La oración de pos-comunión está tomada del misal romano de 1570[3]. La gracia que se demanda por medio de la ofrenda realizada es el progreso de la fe verdadera.

            Los textos bíblicos asignados a este formulario son: para el introito, el salmo 66, 2-3 la posibilidad de extender el conocimiento del Dios único y verdadero al mundo entero es un don de la piedad divina; mientras que para la antífona de comunión, será el mandato misionero de Mt 28,20 el que se presenta como un eco de la constante presencia de Cristo entre nosotros.


Formulario B: la Iglesia, sacramento de salvación en el mundo.

            Este formulario se compone de las tres oraciones pertinentes, a saber: la colecta, donde se aborda la idea de la Iglesia como sacramento de Salvación (LG 1) que debe extender la obra redentora de Cristo a todos los lugares del mundo; para ello, sus hijos, los cristianos deben sentirse llamados a ser misioneros, a salvar toda criatura y formar, junto a ella, una sola familia y un solo pueblo. La oración sobre las ofrendas donde se establece un paralelo entre la ofrenda del altar y la Pasión de Jesús, donde él se ofrece por la salvación del mundo. La oración de pos-comunión recuerda que la Iglesia es el medio querido por Cristo para la salvación.

            Los textos bíblicos asignados para este formulario son: para la antífona de entrada el Sal 95, 3-4 donde el empeño se pone en que la alabanza a Dios abarque a todo el mundo; mientras que para la comunión se han seleccionado dos antífonas: el salmo 116, 1-2, donde se invita a todas las naciones a alabar a Dios, y Mc 16,15 donde se nos presenta el mandato misionero de Jesús antes de su partida al cielo.

III. Vida


            Una vez analizado los formularios de esta misa indicaremos una serie de puntos extraídos de ellos que nos permitirán tomar una mejor conciencia del ser misionero del cristiano:

La voluntad salvífica universal de Dios: esta es la razón primera de toda acción evangelizadora, buscar el mayor número de personas que conozcan a Dios, conociéndolo, lo amen y amándolo, lo sigan y lo pongan en el centro de sus vidas. La fe y el Evangelio no son propiedad exclusiva de los bautizados, sino lo que debe movernos a salir al mundo y llevarlos a todos aquellos que aún no conocen la Verdad liberadora de la fe en Jesucristo y su evangelio de salvación.

Palabra y sacramentos, medios de evangelización: hay una vieja discusión de si la evangelización debe prevalecer sobre los sacramentos o lo sacramental por encima de la evangelización. Esta controversia, que ha hecho correr ríos de tintas, es estéril y no lleva a nada pues el anuncio de la Palabra solo tiene sentido si culmina con la recepción de los sacramentos y la adhesión del sujeto a la fe.

Formar un único pueblo, fin de la misión: cuando el sujeto se adhiere a la fe en Jesucristo y recibe las aguas bautismales, entra a formar parte del Pueblo de Dios, esto es, la Iglesia. La Iglesia está al inicio del proceso evangelizador, durante el proceso y en el final del mismo. La Iglesia con su anuncio despierta la fe, con la catequesis enseña, educa y acompaña en la fe, y con la administración de los sacramentos posibilita la adhesión de la fe. La Iglesia crea, así, una fraternidad universal que va más allá de las fronteras, razas, clases sociales, y otras distinciones. En Palabras del Concilio «el fin propio de esta actividad misional es la evangelización e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos en que todavía no ha arraigado» (AG 6c)

Todos llamados a ser misioneros: el formulario de la misa recuerda a los creyentes que todos, por el hecho de estar bautizados, estamos inmersos en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Recuerda, así mismo, que cada uno, desde el lugar en que se encuentra debe preocuparse por la salvación de los demás. La salvación no es un hecho individual sino algo que afecta a la colectividad. Durante algunos años ha habido un error de comprensión: la misión no es algo que se delegue en los laicos, sino que es algo sustancial a la naturaleza del laico.


Así pues, queridos lectores, la misión evangelizadora de la Iglesia es algo que nos atañe a todos y por eso mismo debe preocuparnos el hecho de que haya misioneros y gente que quieran entregar su vida, saliendo de su país para ir a tierras lejanas a anunciar el Evangelio, celebrar los sacramentos y promocionar el desarrollo humano y espiritual de aquellas gentes. Pero también, nuestra Iglesia necesita misioneros aquí que continúen siendo evangelio vivo en el mundo, testigos del crucificado-resucitado, que impregnen el ambiente en que se mueven y viven la vida de la fragancia perfumante de Cristo y su evangelio. Aquí entramos en juego cada uno de nosotros, tu y yo. No cesemos, pues, de rogar al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies.

Qué Dios te bendiga



[1] Se pueden consultar en https://www.omp.es/enciclicas-misioneras/
[2] MR1570 [416] Missa pro Fidei propaganda
[3] MR1570 [959] Sabbato in Albis