miércoles, 14 de febrero de 2018

FELIZ Y SANTA CUARESMA



EL TIEMPO DE LA SAGRADA CUARESMA, SACRAMENTO DE LIBERTAD

Introducción

«El tiempo de Cuaresma está ordenado a la preparación de la celebración de la Pascua: la liturgia cuaresmal prepara para la celebración del misterio pascual tanto a los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles que recuerdan el bautismo y hacen penitencia» (NUALC 27). Queridos lectores, con estas palabras la Iglesia define, perfectamente, de qué trata el tiempo litúrgico de la Cuaresma, fase preparatoria del ciclo de la oblación del Señor que culminará con la Pascua de Cristo. Este tiempo se abre con el Miércoles de Ceniza y se extiende durante cuarenta días hasta la hora nona del Jueves Santo (cf. NUALC 28).

El Miércoles de Ceniza es el pistoletazo de salida de la Cuaresma y se celebra con un riguroso ayuno y la imposición de la ceniza que, como veremos más adelante, surge en torno a los ss. X-XI. Pero no nos quedemos en los detalles que ya conocemos por los catecismos, al contrario, les propongo entrar en la densidad de la historia y la liturgia de estos días y de este tiempo para apreciar y vivir mejor sus tesoros espirituales.


Origen e Historia

El nombre de “Cuaresma” deviene del latino “Quadragessima”, que significa cuarenta, y es atestiguado por san Jerónimo en la Roma del año 384.  Este número hace referencia a los cuarenta días de ayuno del Señor en el desierto. Son cuarenta días de ayuno y penitencia que sirven de preparación para un acontecimiento salvífico. Desde el s. II se conoce un ayuno de un día antes de la noche de la Pascua, que pronto se extiende a una semana.

En el Egipto del s. IV se conoce una cuaresma de, ya, cuarenta días, de la cual nos informa una carta de san Atanasio de Alejandría del año 334, pero no tenía como fin preparar la Pascua del Señor sino más bien, celebrar el ayuno del Señor en el desierto después del bautismo, pero pronto adquirió el carácter preparativo a la muerte y resurrección del Señor. Por las mismas fechas, la monja peregrina Egeria atestigua lo mismo en Jerusalén. San Ambrosio menciona la celebración de una Cuaresma de cuarenta días en Milán, en torno al año 380. Lo que si es cierto es que en el s. VI ya se celebraba este tiempo litúrgico en todo el orbe cristiano.

En su origen, la Cuaresma tenía tres vertientes: 1. Cuaresma de los catecúmenos, preparación última e intensa antes de recibir el Bautismo en la noche de la Vigilia pascual; 2. Cuaresma de los penitentes, donde los pecadores públicos admitidos al orden de los penitentes intensificaban sus penitencias antes de ser reconciliados el día antes de la noche de Pascua; y 3. Cuaresma de los fieles, en general los cristianos redoblan su oración y sus obras de caridad. A este respecto, la lectura que, según los Santos Padres, se proclamaba este día era Mt 6, 1-18, como actualmente, donde se indica que no puede separarse el ayuno, la limosna y la oración.

Dado el complicado computo que había que hacer para garantizar los cuarenta días de ayuno salvando los domingos, que no contemplaban ayuno, hubo que adelantar el inicio de la Cuaresma al miércoles antes del Domingo I de Cuaresma, llamado “Miércoles de Ceniza”, por la centralidad del rito de imposición de la ceniza sobre los penitentes, que se celebraba este día.

Recibir la ceniza sobre la cabeza, según el sentido bíblico, es signo de penitencia. Hasta el año 1000 era un gesto reservado a los pecadores públicos que hacían penitencia. Pero debido a los movimientos milenaristas y a toda la psicosis generalizada que se genera por la creencia que al cambio de milenio vendría el final del mundo, este rito se extendió a todos los cristianos, convirtiéndose, así, en un rito devocional de práctica general que recibirá carta de ciudadanía en el misal romano de 1570 como rito a ejecutar antes de la misa. Así se mantuvo hasta el misal de 1970, donde el rito pasa a fijarse al final de la liturgia de la Palabra, constituyendo el rito penitencial de esta misa, tal como lo indica una rúbrica del actual misal: «Se omite el acto penitencial, ya que en esta celebración es sustituido por la imposición de la ceniza».

Actualmente, la Cuaresma forma parte de lo que hemos llamado “Ciclo de la oblación del Señor”. Cada ciclo litúrgico (hay tres) está formado por tres tiempos litúrgicos que vienen a ser preparación, núcleo y desarrollo. En el caso del ciclo de la oblación la preparación está configurada por la Cuaresma, el núcleo es la noche de la Vigilia pascual y el desarrollo es la Cincuentena pascual. Pues bien, la actual Cuaresma está formada por: 1. Miércoles de ceniza, 2. Cinco domingos de Cuaresma y 3. La Semana Santa hasta la hora nona del Jueves Santo. Es costumbre, en algunos países, la quinta semana de Cuaresma, el cubrir con un velo las cruces e imágenes de la iglesia, a modo de “paño de hambre” o “ayuno de los ojos”. Este rito se hizo oficial a partir del s. XVII cuando entró en el Caeremoniale Episcoporum. Actualmente no es obligatorio aunque se permite, según determina el misal de 1970, si la Conferencia Episcopal aboga por ello.


Liturgia de este tiempo

            La oración colecta del Miércoles de ceniza define la Cuaresma como un “combate cristiano”. Este combate “contra los enemigos espirituales” se lidia a lo largo de cuarenta días. Tras los días de cenizas, La Cuaresma se divide en dos partes: a) los Domingos I y II; y b) los Domingos III, IV y V. En este ciclo B, las lecturas del misal–leccionario se centran en la glorificación de Cristo:

-          Domingo 1:

o   El diluvio y alianza con Noé (1 Le).

o   El diluvio es figura del bautismo (2 Le).

o   Jesús tentado y vencedor (Ev).

-          Domingo 2:

o   Sacrifico de Isaac y alianza con Abrahán (1 Le).

o   Dios ha sacrificado a su Hijo (2 Le).

o   Jesús templo de Dios que anuncia su misterio de pasión y de resurrección (Ev).

-          Domingo 3:

o   Ley y alianza con Moisés (1 Le).

o   Jesús crucificado revelación de la sabiduría de Dios para todo (2 Le).

o   Jesús templo de Dios que anuncia su misterio de pasión y de resurrección.

-          Domingo 4:

o   Dios no traiciona la alianza y libera a los prisioneros (1 Le).

o   Muertos por los pecados pero resucitados por la gracia (2 Le).

o   El amor de Dios manifestado en Cristo que no juzga, sino que salva (Ev).

-          Domingo 5:

o   Promesa de la nueva alianza (1 Le).

o   La oración y la obediencia del Hijo (2 Le).

o   La oración de Jesús y el valor de su sacrificio que atrae a todos hacia él (Ev).

Respecto del misal-sacramentario encontramos un formulario para cada día de las ferias de cuaresma con su oración de bendición sobre el pueblo, así como un formulario para cada uno de los domingos de cuaresma, e incluso con un prefacio propio para cuando se hacen los evangelios de los catecúmenos del ciclo A. El actual sacramentario ofrece cinco prefacios para la Cuaresma, en total 10 prefacios para este tiempo cuaresmal.


Conclusión

            Dice un canto del repertorio litúrgico-musical español: «Nos has sacado al desierto, Señor, de la libertad y está el corazón atento a la luz de tu Verdad. Subimos con esperanza la escalada cuaresmal, y el pueblo de Dios avanza hasta la cumbre pascual». En estas líneas esta, excelentemente condensada, toda la espiritualidad del Tiempo de Cuaresma. Ésta no es otra cosa sino una peregrinación espiritual que iniciamos desde lo más profundo de nuestra alma penitente hacia el encuentro del Señor Resucitado.

            La Cuaresma nos saca de la esclavitud del pecado, como a los israelitas de Egipto, y pretende llevarnos a lo tierra de la libertad verdadera, la tierra prometida. Mediante las prácticas cuaresmales buscamos el desasirnos de todo lastre mundano de pecado, de incoherencia fe-vida, para caminar conforme a la Verdad que hemos conocido y que nos ha abordado en esta vida, a la espera de hacerse plena en la eternidad del cielo.

            Iniciar la Cuaresma es, por tanto, un nuevo “kairós”, una nueva oportunidad para volver a Dios, del cual nos hemos podido separar con harta frecuencia dada la hostilidad con que este mundo trata nuestra fe cristiana y complica nuestro seguimiento decidido y acertado del Dios único y verdadero. Esta es nuestra esperanza cierta: tenerle a Él como garantía de vida y como estímulo constante y vital para continuar la escalada cuaresmal, para enfrentar las pruebas de este tiempo y no sucumbir a las asechanzas del enemigo.

            Subamos, pues, e iniciemos esta peregrinación convencidos de la asistencia del Espíritu Santo y de la compañía de los ángeles, hasta que lleguemos la cumbre del monte pascual que es uno solo: Cristo el Señor, alfa y omega, principio y fin.

Dios te bendiga

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