sábado, 21 de abril de 2018

LA LIBERTAD DE UN PASTOR


HOMILIA DEL IV DOMINGO DE PASCUA


Queridos hermanos en el Señor:

            Llegamos hoy al cuarto domingo de Pascua, o bien, como se le denomina popularmente “Domingo del buen Pastor”, porque es tradición leer en este día el capítulo décimo del evangelio según san Juan. Es normal en este día las grandes campañas de oración por las vocaciones, adquiriendo, por este motivo, un cariz vocacional o sacerdotal este día. Pero si atendemos bien a los textos que hoy se han proclamado nos daremos cuenta de que el pastoreo de Cristo va mucho más allá que la casilla del sacerdocio.

            Queridos hermanos, hemos oído al apóstol Pedro anunciarnos, sin tapujos, que “bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” sino solo el de Jesucristo quien con su muerte y resurrección se ha convertido en la “piedra angular” de nuestra fe, del mundo, de la historia y, por tanto, de toda salvación. Por consiguiente, una vez más, comprobamos, como en Jesucristo se cumplen las antiguas profecías y los antiguos oráculos (judíos y paganos). Cristo, con su Pascua, se ha convertido en el alfa y omega, en el centro de la historia; el Señor y juez del mundo, el Eterno Viviente.

            Solo cuando reconocemos a Jesucristo como el único Salvador, podremos entender en qué consiste su verdadero pastoreo:

Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”: así se ha manifestado con su entrega y muerte en la cruz.

Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen”: como así lo experimentamos cuando tras resucitar María Magdalena lo reconoce al pronunciar su nombre. Esta aparición nos demuestra que el amor de Dios por el hombre es personal, singular, nominal.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor”: esto es así porque la Salvación de Jesucristo es universal. Cristo, en su gloria, se ha convertido en la luz de las naciones y su señorío alcanza a todos por eso todas las culturas y religiones pueden contener elementos de verdad que les encaminen hacia el reconocimiento de Cristo como único y verdadero Dios y Señor. En esto radica la misión de la Iglesia y el ímpetu de los multiseculares misioneros de la misma.


Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla”: Cristo nos enseña a cumplir la voluntad de Dios. Su entrega en la cruz responde a una obediencia al Padre por puro amor a nosotros, para cancelar la deuda de Adán y salvar al género humano del pecado, del mal y de la muerte. Solo cuando asumimos los designios de Dios con nosotros podemos agradar a Dios y cooperar con Él en la redención del mundo.

Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente”: hasta tal punto llegó el amor de Cristo por nosotros que entrega libremente su vida por nosotros. Eso es lo que le ha exaltado a la gloria haciéndole pastor universal, cuyo poder y reino se extiende a todos los pueblos de la tierra. Cristo cumple el principio pascual según el cual “nadie tiene más amor que el que da su vida por sus amigos”. Y sus amigos somos todos nosotros. Por nosotros y cada uno de nosotros, ovejas de su rebaño, ha entregado su vida el Buen Pastor, el Pastor hermoso y bello.

Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre”: el Eterno Viviente, aquel que ha conocido las entrañas de la muerte y ha vuelto para darnos esperanza y ganas de vivir. Para decirnos que no todo está perdido, que la muerte no tiene la última palabra y que todo es posible para quien pone su vida en manos de Dios y cifra toda su esperanza en Él.

Así pues, queridos hermanos, en este domingo, el Buen Pastor nos llama a dejarnos conducir por Él, a dejar que Él nos alimente con el pasto de su palabra y los sacramentos, especialmente, los de la Eucaristía y la reconciliación. No perdamos el tiempo desviándonos del camino trazado siguiendo atajos llenos de lobos y alimañas. No lo olvidemos nunca: solo tenemos un pastor, una fe, un bautismo, un Dios en el cielo que nos ha dado a su Hijo Jesucristo, en cuyo nombre solo podemos ser salvados. Así sea.

Dios te bendiga

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